sábado, 25 de mayo de 2013

Social smoker

Un cigarro, la campera cerrada y el encendedor en el bolsillo, tarde perfecta para una caminata pasajera, un viaje dentro de nuestros cinco sentidos y los otros tantos que existen, nadie conoce el recorrido ni el destino, somos pasajeros en este mundo, pasajeros que viven, comen, ríen y van al baño, pasajeros, simples pasajeros. Dentro de esta caminata donde no eres más que un soma y la psique , donde no hay más que el último respiro de Homero o el espíritu de un cristiano, es allí, es aquí, donde esta caminata se torna un viaje interno que va desde el séptimo cielo hasta los abismos de la tierra, donde tenemos la chance de conocernos, de saber que somos o lo que desearíamos ser, sólo fumadores sociales, disfrutamos el cigarro de la palabra y lo desechamos juntos con el filtro del sentimiento, mientras que la humareda de lo que se obvia infecta el entorno. Que hermoso día, yendo hacía ningún lado, ni tú ni yo sabemos lo que nos espera al cruzar aquella puerta a un mundo lleno de posibilidades, probabilidades inciertas que ni el baldor nos enseña como resolver, que ni nuestra mente encaja las claves para elegir la mejor opción. En esta conversación que mantengo con charcos en planos paralelos, de encontrar lo infinito cuantitativo y lo que no tiene cavidad en el espacio, no dejo de enfocar una octava parte de las ocho áreas de la inteligencia que en mí, se supone , deberían coexistir, en buscar una excusa para creer que el escapar a las necesidades intrínsecas de cada uno como persona son más que por el menester de una identidad propia, sino que son las búsqueda de algo sustancial. Es la trama que nos envuelve y desenvuelve, forjando el huero en una industria de fumadores sociales.